El fútbol tiende a producir éxitos instantáneos, de un calibre sensacional, que en unas pocas ocasiones prefiguran una carrera de época y la mayoría de las veces desemboca en el anonimato. Veremos qué destino aguarda al jovencísimo Marc Guiu, bendecido en el día de su debut. En un partido olvidable, protagonizó un gol memorable. A seis días del duelo con el Real Madrid, ese tanto vale oro y añade nuevas consideraciones sobre el impacto de la cantera en el Barça.
Suele hablarse de las identidades en el fútbol con mucha seriedad. En el Real Madrid y en el Barça es un asunto recurrente, aunque resulta difícil precisar en qué consiste la dichosa identidad. ¿El poder del escudo, la adscripción a una manera de jugar, las herencias históricas, la adscripción territorial, la representatividad política, el liderazgo comercial, la influencia global o el peso de la cantera en el equipo? Se trata, por tanto, del carácter elástico y divisible de la identidad. Depende del momento, se elige la que más interese o convenga.
Vuelve a hablarse, y con toda la razón, del impresionante rédito que le está ofreciendo su academia al Barça. Gavi, Lamine, Balde, Fermín y el uruguayo Araujo proceden del filial. Pedri llegó de la Unión Deportiva Las Palmas, pero debutó a los 17 años con la camiseta azulgrana. El último ha sido Marc Guiu, compañero de Lamine Yamal en el último campeonato de Europa sub-17. Este reencuentro con la cantera contrasta con su escasa representación (Carvajal y el uruguayo Valverde) entre los titulares del Real Madrid.
Durante los últimos 40 años, los dos clubes han mantenido una relación variable con la cantera, sistema productivo que a veces ha sido básico en la buena salud de sus equipos —Quinta del Buitre en los años 80 y la influencia tanto de Cruyff como de Guardiola en las décadas siguientes— y en otras se han distanciado radicalmente del modelo que pregonaban. En general, los cambios de perspectiva están conectados con las circunstancias económicas de cada club. En estos últimos años, el Madrid genera futbolistas para ingresar dinero. Vende mucho y caro para mantener un modelo que privilegia la costosa adquisición de jóvenes estrellas internacionales (Vinicius, Rodrygo, Camavinga, Bellingham).
En tres semanas se cumplirán 40 años de un artículo tan célebre como trascendental. Lo escribió Julio César Iglesias en este periódico y, en primera instancia, se titulaba La Quinta de ”el Buitre”. Como casi nadie conocía a aquella pandilla de juveniles, se añadió un nombre conocido, el de Amancio, entrenador entonces del Castilla. En definitiva, Amancio y la Quinta del Buitre. Irrumpieron inmediatamente Martín Vázquez y Sanchis, que en su primer partido marcó el gol de la victoria del Madrid, y poco después Pardeza, Butragueño, autor de dos goles el día de su debut, y Míchel.
Como ahora sucede en el Barça, el Madrid se encontraba sometido a toda clase de penurias económicas. Mientras un club fichaba a Schuster y Maradona, el otro contrataba a Metgod, del Willem II holandés. Sus adquisiciones nacionales entre 1981 y 1984 tampoco entusiasmaban: Bonet (Elche), Juan José (Cádiz), Ito (Salamanca), Carcelén (Hércules) y Cholo (Burgos). No hace falta explicar el tremendo impacto de la Quinta del Buitre en la recuperación del Real Madrid, tanto en el aspecto futbolístico como económico. De una crisis brutal emergió la mística moderna del Real Madrid, que ahora ha destinado la cantera a un apeadero secundario. Koeman y Xavi tienen derecho a atribuirse el mérito, pero el vertiginoso despegue de la muchachada del Barça se debe más que nada a las consecuencias del despilfarro, el clamoroso olvido de la cantera y una catástrofe económica sin parangón en el fútbol. Sin esos precedentes, probablemente no tendríamos noticia de Marc Guiu, Lamine Yamal, Fermín y Gavi.
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