Las horas intempestivas de las emisiones de los partidos del Mundial de Australia y Nueva Zelanda no acompañaban, pero en Estados Unidos se batió el récord de audiencias al tiempo que la cobertura del evento y del equipo era absoluta en el país, pues la camarilla de periodistas que seguía al equipo quintuplicaba a cualquiera de las otras selecciones. Si bien el torneo resultó un fiasco para EEUU, apeada en octavos por Suecia, nada impide que las chicas sigan empoderándose alrededor del balón, reclamos publicitarios y estrellas mediáticas, al punto de que nueve de las 10 que más facturan del planeta son norteamericanas, lista encabezada por Alex Morgan (7,1 millones) y Megan Rapinoe (7), solo con la española Alexia Putellas como tercera (4). Es una apuesta rentable porque los estadios han acumulado una media de 13.000 aficionados por duelo, todos los clubes se gastan el límite salarial y el OL Reign, por ejemplo, comprado hace unos años por tres millones, ahora está cifrado en 50. Y en la mejor competición del mundo destaca Juan Carlos Amorós (Madrid, 39 años), escogido el mejor entrenador del año con el Gotham, también el conquistador de la National Women’s Soccer League (NWSL) el pasado fin de semana con un gol de la española campeona mundial Esther González, precisamente frente al Reign.
Desde que tiene uso de razón, Amorós veía los partidos de fútbol con su abuelo Isidro y siempre lo jugó, del mismo modo que ya fue entrenador a los 15 años, primero del equipo de su hermano pequeño (Guillermo) y después, influenciado por el presidente José María Delgado en el club Parque Avenida. “Luego me marché a Holanda para seguir con mis estudios de ADE y fiché por un equipo de la sexta División, donde entendí que mi nivel de conocimiento era mejor”, recuerda. Y compaginó las botas con la pizarra, en España y también en Escocia, hasta que se mudó a Londres, donde creó una agencia de entrenamientos para clubes —reclamaron sus métodos en la Costa Oeste de Estados Unidos—, hasta que el Tottenham lo incorporó en su fútbol base.
El tiempo y su buen hacer le llevó al primer equipo femenino, al que durante ocho años ascendió de Tercera a Primera, maestro de algunas jugadoras que todavía dejan huella como Alex Morgan (San Diego Wave) o Alanna Kennedy (City). Después, emigró al Betis y junto con sus fieles compañeros de viaje —su segundo Jesús Botello y el preparador físico Adrián Benítez— dio el salto a Estados Unidos. Primero al Houston Dash para meterlo por vez primera en su historia en los playoffs y, desde el curso pasado, en el Gotham, que por entonces era el peor equipo de la categoría y ya es campeón de la NWSL. “Firmé porque aceptaron todo lo que les propuse, como traer a mi staff técnico y varios fichajes —como Maitane (Atlético) y Esther (Real Madrid)—, además de facilitarme la estructura más profesional de club que nunca he visto”, resuelve, conforme con la libertad de gestión que le dan propietarios insignes como Kevin Durant (de los Suns de la NBA) y Sue Bird (exbaloncestista), además de Steve Tisch, productor de cine y empresario al tiempo que presidente de los New York Giants (NFL). “Somos Nueva York, la capital del mundo, y también lo quieren ser en este deporte”, apunta Amorós.
De momento, la afición no falla, pues ante Portland en cuartos acudieron 25.000 personas, tantas como en la final, y 15.000 en las semifinales en Los Ángeles. “El deporte está metido en la cultura de la gente y son hinchas de los clubes”, señala el técnico, que destaca la clave del éxito: “Todos los equipos quieren competir por ser el mejor, no solo hay dos o cuatro que aspiran al título”. Eso y el profesionalismo, pues el sueldo mínimo es el triple que los 21.000 euros de España y los clubes suelen incluir casa, coche, seguro médico y de vida, además de ocho semanas de licencia por maternidad o adopción, a la vez que se ha desarrollado un protocolo para defender a las jugadoras en caso de abuso de poder y malos tratos después de los casos que salieron el año pasado a la luz.
Todo ello aclara que la NWSL es el edén del fútbol, ahora un imán para las jugadoras, que dejan la liga española e incluso la inglesa —la entrenadora del Chelsea, Emma Hayes, está próxima a aceptar una oferta de la selección norteamericana después de rechazar 1,6 millones ofrecidos desde Stamford Bridge—, atraídas por la competición y la evolución del deporte. “Esto es como la NBA. Es lo mejor”, resume Amorós, que desliza que los clubes viajan muchas veces con chárteres privados cuatro días antes a los encuentros para adaptarse, al tiempo que las jugadoras negociaron sus derechos y apariciones en los medios hace tiempo.
Aunque la NWSL no es la selección, que en Australia y Nueva Zelanda se pegó un costalazo difícil de digerir, comprendido ya que su hegemonía histórica compartida con los equipos nórdicos venía de la profesionalidad y la preparación física. “Por eso se está hablando de mejorar la estructura de las categorías inferiores y el acceso al profesionalismo, revisar la política del draft, ya que las menores de 18 años deben ir a la universidad y no pueden ser profesionales hasta los 23-24 años, pues en cada equipo solo admiten dos futbolistas menores de edad.”, expone Amorós; “porque herramientas y jugadoras tienen para volver a reinar”. Aunque de momento, en la NWSL lo hacen él y su Gotham.
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