El Madrid: bien, mal, siempre mal | Fútbol | Deportes

Hay un hilo estupendo en una cuenta de Twitter (Julio: @litrosdalcohol) a la que acudo de vez en cuando para desentrañar, o hacer el amago al menos, el antimadridismo psicosocial que a veces se instala con tanto éxito en el ambiente que los propios madridistas terminamos sucumbiendo a él. Colecciona desde hace varios años noticias, tuits o declaraciones que coinciden, a menudo de manera involuntaria o torpe, otras perfectamente deliberada, en un mensaje: el Madrid mal, siempre mal.

Hay joyas impagables. Una de mis preferidas es cuando al Madrid le expulsaron a un jugador de forma injusta y el rival consideró que le habían hecho un favor… porque el Madrid con 10 había jugado mucho mejor. La forma más maravillosa del mantra de “los árbitros favorecen al Madrid” que tiene respuesta lógica en otro histórico “mal el Madrid, siempre mal” al tener la culpa de que el Barcelona hubiese pagado 20 años al número dos de los árbitros: como ayudan al Madrid hasta expulsándole a uno que estaba jugando mal, tenemos que pagar para corregir la injusticia.

El “mal el Madrid, siempre mal”, que también —o sobre todo— afecta a crisis, problemas o polémicas de rivales en los que el Madrid no pincha ni corta (pero siempre hay un débil y divertido vínculo que lleva al Madrid a los titulares), cala de manera tan exótica que el sábado, mientras los blancos goleaban al Valencia, se me escapó un comentario de cachondeo pero muy descriptivo: “Qué inoportuna esta goleada sin Bellingham”, porque ni siquiera el arranque de temporada de un jugador así evita debates enfermizos.

Lo cierto es que el sábado el Madrid se desempolvó a sí mismo y sobre todo desempolvó a sus delanteros brasileños delante de la portería, y ni eso evitará que los análisis de la feliz goleada blanca traigan como resultado alguna mala noticia para el Madrid en forma de perverso debate. Está bien que sea así. Todo está bien siempre en el madridismo feliz y sociológico, hasta que nadie se acuerde de la 14ª Champions porque esas formas de ganar no interesan a nadie.

La memoria funciona mejor con el tiempo, cuando el recuerdo depende más de nosotros que de los hechos: cuando todos los goles parecen más bellos y todos los fracasos no parecieron para tanto; incluso al revés, si uno es muy catastrófico. Hace unos años, en el Museo Gaiás de Santiago uno podía encontrarse de repente con decenas de palos de madera prensados, unos encima de otros como preparados para una hoguera. Eran bastones de peregrinos, algunos más pulidos, otros arrancados directamente de los árboles; con ellos, mujeres y hombres caminan cientos de kilómetros por los más diversos motivos, incluso religiosos. Tiempo antes se expuso el supuesto primer bastón, que llegó, según la leyenda, con el cuerpo del apóstol desde Palestina. Si el ser humano está preparado para recordar incluso lo que no ocurrió hace 2.000 años, ¿cómo no va a recordar dentro de otros 2.000 el descuento contra el City?

La Liga es un espanto y está cubierta de irrelevancia; lo único interesante son los escándalos. Escribo estas líneas mirando de reojo el resumen del Chelsea-Manchester City (4-4) mientras Xavi dice que sus futbolistas no juegan bien por culpa de los periodistas. Es probable que Xavi tenga hasta razón, lo cual dice bastante del nivel psicológico del club que fue hace 10 años una apisonadora mundial y al que hoy le tiemblan las piernas ante el Alavés porque tienen miedo de lo que les digan en El Chiringuito o quién sabe dónde. Se viene un parón de dos semanas, habrá que disfrutarlas.

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