Probablemente se veía venir que el peor negocio de Lawrence Stroll, el magnate canadiense que creó un imperio de la moda valorado en cerca de 3.000 millones de euros sería consecuencia de un vínculo emocional. Y pocas ataduras hay más potentes que la de un hijo. En este caso se trata de Lance, compañero de Fernando Alonso en Aston Martin, que desde 2020 está en manos de un consorcio liderado por su padre.
A pesar de tener solo 24 años, el piloto nacido en Quebec ya acumula cierta experiencia en el Mundial: esta será su séptima temporada completa. Sin duda, la más difícil de todas si tenemos en cuenta el abismo que se ha ido generando entre su rendimiento y el de su vecino de taller, que antes de comenzar su nueva aventura, tras dejar Alpine, se rendía ante un potencial del que pocos han sido testigos: “En Lance, el equipo tiene un piloto súper joven, súper talentoso y con posibilidades de ser campeón del mundo”, soltaba Alonso, en una entrevista hecha en pretemporada, colgada en la web de su escudería.
El nivel de competitividad del monoplaza de la marca de Silverstone (Gran Bretaña) se ha estancado desde antes de mitad de curso, pero eso solo ha aumentado el contraste entre Alonso y Stroll. El primero figura cuarto en la tabla general, con 183 puntos y siete podios en su casillero. El segundo todavía no se ha subido al cajón, y los 47 puntos que ha acumulado suponen casi una cuarta parte de los que suma Alonso.
Los análisis de los técnicos de la estructura de los prototipos verdes cifra en tres décimas por vuelta la diferencia entre ambos. En las cronometradas, que son las que mejor reflejan la velocidad pura, la balanza también está muy decantada a favor del español, que le supera por 16 a 2, en las posiciones ocupadas por ambos en la parrilla de salida. Mientras Stroll solo ha conseguido colarse en siete ocasiones de 18 posibles en la tercera criba de la cronometrada (Q3), el bicampeón del mundo con Renault (2005 y 2006) ha tomado parte en todas menos en una. Precisamente se vio fuera en la que este viernes se disputó en Austin, donde quedó clarísimo el frenazo del AMR23. Este domingo (21.00, DAZN), el ovetense arrancará el 17º mientras que su vecino de taller lo hará el 19º, ambos muy lejos de la pole de Charles Leclerc, la tercera para el de Ferrari, y de la cuarta plaza de Carlos Sainz.
El universo que separa a ambos corredores es un sapo muy difícil de tragar para Stroll, a quien ya se le han escapado varios desplantes y salidas de tono que confirman el mal rollo que arrastra. La última escena se produjo en Qatar, el viernes, al verse el 17º para el inicio de la prueba al sprint programada para unas horas después. Todavía dentro del coche, ya de vuelta al taller, el hijo del dueño de Aston Martin extrajo el volante y lo lanzó fuera del habitáculo antes de salir y dirigirse hacia la trasera del garaje. Allí le fue a encontrar Henry Howe, su preparador personal, que intentó hacerle entender que debía ir hacia el box de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA), para someterse al rutinario pesaje. Stroll se lo quitó de encima con un empujón que provocó un alud de críticas hacia el piloto en las redes sociales. “Odio tener días de mierda. Eso no va a cambiar”, soltó el chico, que no encuentra la forma de adaptarse a un bólido que en los últimos tiempos parece haber perdido el equilibrio.
El revuelo fue tal que incluso llevó a la FIA a poner en marcha una investigación para valorar si la reacción de Stroll había vulnerado el artículo 12.2.1 del código deportivo del campeonato, relativo al comportamiento de los pilotos durante los grandes premios, que en ningún caso debe perjudicar “los intereses de cualquier competición, o de las especialidades de motor en general”.
El viernes posterior a la cita en Losail, el piloto fue oficialmente amonestado a través de una carta del organismo, después de pedir perdón. “La Oficina de Cumplimiento Normativo toma nota de la disculpa recibida, y emitió una advertencia por escrito en la que se recordó a Lance sus responsabilidades”, se leía en el comunicado. “La FIA mantiene una postura de tolerancia cero con las malas conductas y condena cualquier acción que pueda suponer acoso físico”, recalcaba.
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