Aunque hace poco que empezó la Liga, el clásico llega tenso a Montjuïc (16.15, DAZN). No es un campeonato cualquiera para el Madrid, que la temporada pasada se quedó solo con la Copa, ni para el Barça, un campeón que necesita la victoria para sostener al club y alimentar el optimismo de Laporta. El particular presidente azulgrana se ha investido de presidente institucional para unir al barcelonismo frente al “madridismo sociológico” y el caso Negreira. Los árbitros son también el tema recurrente de la televisión del Madrid. La designación de Gil Manzano como colegiado del partido inquieta más a los azulgrana que a los madridistas por un currículo que contempla las expulsiones de Messi, Neymar, Luis Suárez y Lewandowski y dos victorias a cero para el Madrid.
Nadie del Barça abrió la boca de momento sobre Gil Manzano después del incendio organizado por un tuit del directivo Miquel Camps. El segundo portavoz de la junta afirmó que “no es racismo; Vinicius se merece una colleja por payaso”, afirmación que después borró y fue enmendada por el vicepresidente Rafa Yuste. Las disculpas no sirvieron en cualquier caso para que Florentino Pérez cambiara de opinión y el presidente no estará hoy en Montjuïc. Tampoco compareció en la última visita al Camp Nou.
A pesar de que los dos clubes tienen intereses comunes, el clásico obliga a marcar distancias en el palco y en la grada y, por otra parte, a desmarcarse en la cancha después que ambos equipos se hayan vigilado hasta estar separados por un solo punto tras el empate de los de Ancelotti en Sevilla.
El partido pasa a pertenecer a los técnicos y a los jugadores después de los pleitos habidos entre directivos así como de la cháchara y los análisis mediáticos que se suceden en Barcelona y Madrid. No ha habido descalificaciones por parte de los futbolistas y tanto Xavi como Ancelotti se muestran comedidos y también sigilosos, conscientes de que la llave del partido puede estar en cualquier detalle táctico y en las alineaciones, sobre todo por parte del Barça.
Nadie sabe cómo —no hay que descartar que formen con tres centrales— ni con quién —la lista se sabrá hoy— jugarán los azulgrana después de que en el último entrenamiento comparecieran de golpe y de forma sorprendente, cinco de los seis lesionados: Lewandowski, Pedri, De Jong, Koundé y Raphinha. Únicamente Sergi Roberto se quedó en la enfermería y Xavi informó incluso sobre la buena salud de Lewandowski y se supone que también de Raphinha. El técnico necesita del polaco para recuperar la pegada y a buen seguro que si pudiera apostaría también por De Jong —difícilmente por Pedri— para intentar mejorar la sala de máquinas del Barça. Al equipo le falta capacidad para controlar el partido y también físico para replegarse, vulnerable cuando pierde la pelota, un defecto peligroso ante el Madrid.
Ancelotti por el contrario tiene donde elegir desde que ya se acostumbró a las ausencias de Courtois y Militão. El técnico anunció que Bellingham estará a punto mientras Vinicius parece haber recuperado su explosividad y Rodrygo se reencontró con el gol. La única duda está en el lateral izquierdo y las apuestas señalan a Mendy. El Madrid es un libro abierto que, aún sin estar cosido, funciona con regularidad, es poderoso físicamente, fuerte en el juego interior y por contra con problemas en los costados, aunque su último goleador fue Carvajal.
Los recursos madridistas han sido superiores a los del Barça. Los azulgrana, diezmados por las lesiones, no han cedido terreno por un calendario benigno y el esfuerzo y talento de los juveniles de la Masia. La llegada del clásico ha activado ahora a todo el plantel en una imagen de unidad parecida a la ofrecida por Laporta.
El barcelonismo toca a rebato al ritmo de los Rolling. La camiseta con el icono de la banda es la alternativa al Hey Jude de los Beatles que se canta en el Bernabéu. El partido se jugará en Montjuïc. Habrá menos gente que en el Camp Nou y no se sabe si más decibelios para un clásico que marcará territorio en la Liga.
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