Ha convertido Novak Djokovic el tenis en un bucle sin fin. Es él y esa interminable rutina de ganar y ganar, de no dejar títere con cabeza. La costumbre de atrapar todos los récords. Se agotan los adjetivos. Se estudia nueva acepción en el diccionario: Nole, sinónimo de victoria, de éxito; vincere aquí, en Torino, escenario de la enésima exhibición del serbio. El triunfo contra Jannik Sinner (doble 6-3, en 1h 43m) le desmarca del suizo Roger Federer y le convierte en maestro de maestros, con siete trofeos ya y, contra natura, cada día más hambriento. El 2023 también es suyo. “Empezaste el año ganando y lo terminas ganando. Qué decir…”, le elogia el joven italiano en la ceremonia, rendido a la clase y el tenis-control de un competidor superlativo, incomparable en esto de la raqueta. Lo comentaba la noche previa Juan Carlos Ferrero, el técnico de Carlos Alcaraz.
“Para mí es el mejor, sin lugar a dudas. Se me cae la baba viéndole jugar, con cómo toca la pelota. Es una barbaridad cómo maneja los tiempos y los momentos calientes de los partidos. Te puede gustar más Roger por su forma de jugar, o Rafa por su entrega y todo lo que ha conseguido; cada uno con sus méritos increíbles, pero para mí Djokovic es el mejor”, incidía el preparador antes de esta última cumbre maestra que remata otro año excepcional del tenista indestructible, indescifrable, prácticamente imbatible. Le ha debatido Sinner en el segundo parcial, pero el relato de la final es el de otro recital; distinto al del día previo contra Alcaraz, pero idéntico en el fondo. Del resto al servicio: 10 errores no forzados refleja el informe, y una concesión ínfima; el italiano le araña solo tres puntos a sus primeros saques, y cinco a los segundos.
En una eterna juventud, el balcánico sigue recopilando récords y se apropia también del territorio maestro, conquistado en 2008, 2012, 2013, 2014, 2015, 2022 y en esta última edición, en la que llegó a estar en una situación límite. En el caso de que Sinner hubiese aflojado en el último compromiso de la fase de grupos, contra el danés Holger Rune, él hubiese caído. Sin embargo, la ética del italiano le salvó y en la final contragolpea. No entiende Djokovic de favores ni de empachos, así que suma y sigue.
Esta temporada que podía pintar a transición ha triunfado en Adelaida, Open de Australia, Roland Garros, Cincinnati, US Open, París-Bercy y Turín, y en su expediente figuran ya 98 trofeos; por eso, la posibilidad de que algún día supere el récord del estadounidense Jimmy Connors cobra todavía más fuerza; está a solo cinco del genio Federer, segundo con 103, y a 11 del norteamericano, 109.
“Lo ha ganado todo, es el número uno, pero siempre encuentra una motivación. Siempre quiere más. Quiere mejorar todo el rato. Por ejemplo”, detalla su entrenador, Goran Ivanisevic, “este año ha mejorado mucho en la volea y el juego en la red; ahora es muy difícil pasarle, y antes era muy fácil. Ahora también le pega mucho más fuerte con la derecha y en los segundos saques sirve a veces a 200 km/h”. Añade el croata que desde que su jugador logró el pase a las semifinales, “sabía que iba a ganar el torneo” porque a partir de ahí, “la mentalidad cambió por completo. Un nuevo Novak Djokovic saltó a la pista el sábado y, cuando eso sucede, cuando el Novak real llega, nadie puede con él”.
La Copa Davis, el último reto
Acaba el año exactamente igual que empezó, con el serbio apretando el puño y el metal entre las manos. En los grandes escenarios solo pudo rebatirle Alcaraz, extraordinario el logro del español en Wimbledon, y el resto del trazado —a la carta, perfectamente diseñado— subraya su hegemonía. A excepción de la derrota contra Daniil Medvedev en las semifinales de Dubái y del bache sufrido en el preámbulo de Roland Garros, cuando suscitó algunas dudas en Montecarlo (octavos), Banja Luka (cuartos) y Roma (cuartos), todo lo que ha jugado lo ha ganado. En total, 12 torneos y 61 partidos, con un balance de 55 victorias y tan solo seis tropiezos. A ello le añade la muesca de septiembre en la fase de grupos de la Copa Davis, en Valencia.
Cierra por octava vez en su carrera en lo más alto del ranking y con más títulos que nadie; son siete al final, por los seis de Carlos Alcaraz. Como colofón, el número uno alcanzará este lunes las 400 semanas como líder del circuito —el primer tenista de la historia en conseguirlo, hombre o mujer— y se desplazará inmediatamente al Martín Carpena de Málaga para tratar de atrapar su segundo título de la Davis con Serbia. No hay edad para él, campeón incombustible e incontestable.
Frente a la nueva ola de los jóvenes, una contestación en toda regla: aquí manda él, Il Capo. Y todavía le queda mucha cuerda. Tiene 36 años y un físico privilegiado, y tras la oscilación emocional de hace unos años, cuando sopesó incluso retirarse, perdido en extraños parajes mentales, parece más decidido que nunca a continuar y a avasallar. Sucedió en 2011; también en 2015; en 2021 hizo un triplete de majors, sin forzar en enclaves menores; y este 2023 vuelve a tener el mismo nombre y apellido: Novak Djokovic. No hay quien pueda con él. No va a frenar.
“HE TENIDO QUE GANAR LOS PARTIDOS, NO ME HAN REGALADO LAS VICTORIAS”
A. C. | Turín
Tenía que ser Djokovic, quién si no. Desde que el serbio enlazara los trofeos de 2014 y 2015, ningún tenista había logrado defender el título maestro. Lo consigue Nole en otro año para enmarcar, más especial si cabe por eso de que el tiempo pasa y cada éxito adquiere un valor superior.
“Es muy, muy especial. Una de las mejores temporadas de mi vida, sin duda”, introducía a pie de pista el balcánico, con un aderezo significativo en el discurso: “Estoy muy orgulloso de mi rendimiento en estos dos últimos días contra Alcaraz y Sinner, probablemente los mejores dos jugadores del mundo ahora mismo junto conmigo y Medvedev. He tenido que subir el nivel por la forma en la que vienen jugando; he tenido que ganar los partidos y no esperar a que me regalasen las victorias”.
Djokovic cedió en la fase de grupos contra el ídolo local, Sinner, en un duelo de más de tres horas; sin embargo, en la final, precisaba, efectuó variables tácticas que le permitieron pilotar el pulso con autoridad. Soberbio en la devolución la noche anterior ante Alcaraz, esta vez edificó el triunfo a partir del servicio. Mantuvo así la buena línea ofrecida a lo largo de toda la semana.
El de Belgrado selló el Masters con 50 puntos directos con el saque, una cifra que hasta ahora nunca había registrado más allá de los grandes torneos. Batió a Holger Rune en el estreno y tras caer ante Sinner se impuso a Hubert Hurkacz, Alcaraz y el italiano, que elogió al campeón: “Eres una inspiración para todos los jugadores”. Le devolvió el piropo el vencedor: “Estoy seguro de que el año que viene pelearás por los Grand Slams y por el número uno”.
Sinner, en evidente progresión, termina la temporada en el cuarto peldaño de la ATP, y Djokovic —campeón más veterano del torneo— lo hace con más y más billetes en los bolsillos: este último laurel le reporta unos 4,5 millones de euros; por tanto, las ganancias que ha obtenido por sus 20 años en la élite ascienden ahora a 165 millones, solo por sus méritos deportivos.
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